Leer en EL DEMÓCRATA
Hace algunos días José Luis Daza ha repetido expresamente uno de los más graves errores de los últimos 30 años al afirmar categóricamente que el momento en que se ha jodido Chile ha sido en el gobierno de Bachelet. La afirmación es catastrófica no sólo porque significa ignorar el largo camino recorrido hasta este punto, sino porque este afán de desconocer la realidad y eludir la responsabilidad es compartido por toda una generación de un amplio sector político de nuestro país.
Es cierto que Bachelet ha carecido del liderazgo que se espera de un presidente de nuestra república, pero no ha sido ella la que ha desatado los “hábitos populistas” ni es ella la “responsable directa”, como afirma Daza, de la situación política en que nos encontramos hoy. Ella sólo está en el lugar y el momento equivocados.
Si se quiere buscar un acontecimiento en que el populismo fue desatado en Chile, mucho más preciso sería observar el 2011 con un movimiento estudiantil esplendoroso que tuvo universidades y colegios tomados por más de 5 meses en todo el país exigiendo gratuidad universitaria universal. Incluso el 2006, con una revolución pingüina que mostraba ya los primeros indicios de lo que se cultivaba y que se sigue cultivando hasta hoy.
Si se quiere asignar responsabilidades, ésta debe recaer precisamente en el mismo sector político que se la asigna hoy a Bachelet. Se trata de una generación que desde el regreso a la democracia se olvidó de sus canteras, abandonando completamente a toda una nueva generación de jóvenes que desde la indiferencia, la desarticulación y una escasa formación no serán jamás capaces de enfrentar las ideas e ideales de la izquierda populista.
Hoy absolutamente todas las universidades de la CONFECh son dirigidas por movimientos políticos universitarios de izquierda, gran parte de ellos abiertamente Chavistas. Incluso la FEUC es controlada por los “hijos de Chávez y de Fidel”. Pero eso es la punta del iceberg, ya que lo que no es visible y que se cultiva en el interior de esas universidades es una aplastante y absoluta hegemonía de ideas populistas respecto de las cuales Bachelet no tiene absolutamente nada que ver.
Ricardo Lagos afirma que Chile vive hoy su peor crisis política e institucional, pero también se equivoca. O al menos no es capaz de comprender la verdadera gravedad y profundidad de una crisis que es en realidad cultural y que permea a toda la Sociedad. No son las instituciones las que están perdiendo legitimidad, como dice Lagos, sino una generación entera de políticos de profesión que llevan decenios aferrados al poder jugando al juego de tronos entre ellos durante el día para ir juntos a jugar al golf al atardecer. ¿Es necesario un gran reencuentro nacional? Puede ser, pero definitivamente no entre los mismos que ya se han reencontrado antes.
Todos ellos deberán abandonar este mundo y una nueva generación será la que gobierne el país. Cuando los pingüinos y universitarios de hoy tomen el poder del mañana no habrá marcha atrás, pues no habrá nadie para hacerles frente. Salvo que comprendamos que la propuesta de José Piñera de iniciar una “contraofensiva” debe hacerse, pero no debe ser liderada por él. Por el contrario, debe apuntar a la creación de nuevos liderazgos; dedicando el tiempo, los esfuerzos y los recursos necesarios para formar, articular y empoderar a quienes darán la verdadera batalla en 10 años más.
La izquierda política, esa izquierda real que se cultiva día a día de manera extraparlamentaria en colegios y universidades, lleva 30 años de ventaja preparando a una nueva generación con la que reemplazar una Concertación que nunca gobernó realmente con sus ideas. Mientras que quienes dicen defender las ideas de una Sociedad libre, en cambio, comenzaron a despertar recién el 2011 al darse cuenta de lo que había estado gestándose bajo sus propios pies.
Dos grandes ejemplos de ello han sido Fundación Para el Progreso y Cientochenta, una de las cuales sigue aportando día a día y la otra, ya desaparecida, logó generar la sinergia necesaria para que el Centro de Estudios Equidad Ξ continúe su misión. En los colegios el despertar ha comenzado a tomar forma con la Federación de Estudiantes Secundarios (FES) y en las universidades con SOCIEDAD, un movimiento político universitario de corte liberal que por primera vez asume una proyección nacional. Pero todo esto no es suficiente. Hemos partido tarde y necesitamos nuevos líderes, más actores, más recursos, más ensayo y error, más propuestas, más apuestas y más discusión.
Hoy la crisis de desconfianza, aunque cueste verlo, no apunta en realidad a las instituciones. Éstas no son más que los escudos utilizadas para recibir los embates. La desconfianza está en los actores políticos, está en esas “caras de siempre” en las que nadie confía ya ni siquiera por la corrupción y los abusos, sino por la falta de ética que significa continuar aferrados al poder.
La izquierda política, esa que llamamos populista, ha preparado durante años a sus reemplazantes y ha difundido en toda una nueva generación las ideas con las que gobernarán cuando llegue su tiempo. ¿Y nosotros? No tenemos tiempo que perder.